Julio Paredes, Aves inmóviles, Alfaguara, 2019, 175 pp.
Lograr acercar al gran público temas tan especializados como la taxidermia es sin duda un reto. Hacerlo además sin mayores tecnicismos y a ello sumarle de fondo la crisis existencial y financiera de un hombre supone una historia muy atractiva. Aves inmóviles, del bogotano Julio Paredes, no solo es un libro distinto en la literatura colombiana, sino un acierto porque a través de una escritura fina, delicada, pensada, nos va llevando por ese infierno interior en el que deambula Ricardo, el protagonista.
Lleno de deudas, padeciendo la soledad típica de una ruptura luego de más de diez años de relación con su mujer, Inés, y huyéndole a la hipoteca de su casa, Ricardo decide tomar un encargo más bien extraño para un taxidermista: el montaje del caballo Saturno. Los hijos del dueño del caballo decidieron inmortalizar su espíritu y para ello contratan a Ricardo, uno de los pocos taxidermistas –sino el único– que quedan en Bogotá.
En un principio la novela parece que nos conducirá en algún momento a una sesión única de disección en la que se develarán misterios y Ricardo saldrá triunfante luego de hacer el montaje de Saturno y descubrir que su piel, sus ojos, sus movimientos quedaron para siempre inmortalizados en esa figura que quizá se exponga en una urna en la finca del dueño, como un trofeo. Pero no es así. Porque a la par de que Paredes va contando los miedos de Ricardo de hacer el montaje –él solo ha hecho trabajos pequeños de taxidermia con guacamayas y otra clase de aves, nunca con animales del tamaño de un caballo–, también nos enteramos de que a él le han descubierto una cavidad en un pulmón y tendrá que hacerse exámenes para saber qué es lo que tiene.
Aves inmóviles habla tanto del deterioro humano como del animal, de las relaciones que se echan a perder, de los cuerpos que están ya muy cerca de un umbral desde donde se observa el máximo dolor.
Si quisiera uno tener el ánimo de sintetizar Aves inmóviles me aventuraría a decir que es una historia sobre las imposibilidades. Y sobre lo irremediable. Paredes pone en juego algo muy interesante en la novela y es la intuición que tenemos para abordar o no determinados proyectos en la vida. Otro de los temas es también la soledad y cómo debemos adaptarnos al deterioro, a la vejez, a ir tirando con lo que podamos. Al final tal vez no hay premios ni sorpresas ni cumpleaños que nos llenen por completo el alma. Sigue la vida con sus misterios, dolorosos o no, ya depende de cómo adaptemos nuestra mirada a esa nueva realidad.